Jorge Amoreo Casotti es director de Innovación de la Cámara Inmobiliaria Argentina (CIA) y está convencido de que “liberar al mercado de la pesada carga de estructuras corporativas” resulta un paso decisivo hacia la transformación definitiva del sector inmobiliario. En medio de los debates que se generaron luego de que el gobierno nacional dejara trascender que estudia una desregulación del sector, Casotti analizó el presente de la industria.
“Más que posible, la desregulación es urgente. Hoy el mercado inmobiliario argentino está atado con cadenas burocráticas que no suman nada, solo encarecen los costos, frenan la competencia y hacen más difícil entrar a competir con bienes de mejor calidad a un mejor precio a la actividad. Mientras tanto, en otros países donde el sector es libre, los consumidores tienen más opciones, mejores servicios y precios más bajos. Es simple: si el mercado se regula sólo a través de la calidad y la competencia, gana la gente. Argentina no puede seguir atrapada en un sistema viejo y cerrado que solo beneficia a unos pocos”, afirmó el directivo.
Tal como han señalado otros expertos, considera que el mercado inmobiliario argentino ha sido distorsionado por regulaciones que otorgan un poder excesivo a los Colegios Profesionales, limitando la competencia y encareciendo el acceso a la actividad. Casotti agrega que antes de la Ley 20.266, sancionada en 1973 durante el gobierno de facto de Alejandro Agustín Lanusse, el sector era más dinámico y accesible, basado en la capacidad y reputación de los agentes en lugar de validaciones burocráticas.
Y añade: “El problema de fondo es el monopolio que detentan los Colegios Profesionales. Hoy tienen el control absoluto del sector, pero no porque sean los mejores, sino porque una ley de la dictadura de 1973 les dio ese poder. No tienen incentivos para mejorar porque no compiten con nadie. Si queremos modernizar el mercado, hay que eliminar la matrícula obligatoria, permitir que cualquiera pueda ejercer sin depender de ellos y que los consumidores elijan libremente a quién confiarle sus operaciones. También hay que terminar con los honorarios mínimos y aranceles fijos, que no tienen razón de ser. Cada uno debería poder negociar sus tarifas sin imposiciones. Y por último, basta de restricciones territoriales ridículas: en plena era digital, no tiene sentido que un agente no pueda operar libremente en cualquier parte del país. La competencia los asusta, pero es lo único que puede mejorar el sector”.
En medio de las polémicas surgidas ante una potencial desregulación inmobiliaria, los dirigentes de los Colegios han puesto el acento en una eventual pérdida de seguridad jurídica. En ese sentido, el director de Innovación de la Cámara Inmobiliaria Argentina expresó: “Decir que los Colegios garantizan seguridad jurídica es como decir que un peaje garantiza que las rutas sean seguras. No funciona así. Los Colegios no son tribunales, ni jueces, ni organismos de control, sólo administran matrículas y sancionan a quienes no siguen sus reglas. La verdadera seguridad jurídica la da el sistema judicial, los contratos bien hechos y las herramientas de resolución de conflictos, no una credencial emitida por un grupo de burócratas. Si los Colegios garantizaran algo, no habría fraudes dentro de ellos mismos. En realidad, su único rol hoy es funcionar como una barrera de entrada para mantener un mercado cerrado, cunas para aventuras pseudo-políticas y un mecanismo de extracción de recursos sin aporte real de valor”.
Casotti advierte que eliminar la colegiación forzosa facilitaría la instauración de un régimen competitivo en el que universidades, cámaras, asociaciones especializadas, privados e incluso los antiguos colegios profesionales (convertidos en meras entidades voluntarias) podrían ofrecer certificaciones de calidad en igualdad de condiciones, con incentivos orientados a atraer voluntariamente a los actores mediante sus respectivas propuestas de valor. Imagina incluso la creación transitoria de la Agencia Nacional de Certificadores de Idoneidad (ANCI), encargada de registrar entidades y recibir denuncias sobre prácticas abusivas durante la transición hacia el nuevo modelo basado en la libertad y la consecuente responsabilidad. “La clave radicaría en no perpetuar otro organismo burocrático, sino en garantizar el orden durante el proceso”, dice.
Finalmente, vislumbrando un nuevo escenario desregulado, Casotti se refirió a la irrupción de agentes poco capacitados, una situación que muchos temen. “Ese riesgo se podría mitigar con medidas simples, como la posible exigencia de seguros de responsabilidad y la competencia basada en la reputación. Lo cierto es que el agente inmobiliario de hoy no puede ser un simple cobrador de comisiones que ‘tiene contactos’. Ese modelo está muerto. Hoy es un estratega, un asesor de confianza que entiende de negociación, tecnología y marketing. Los consumidores buscan propiedades online, usan inteligencia artificial para filtrar opciones y pueden conocer inmuebles en realidad virtual y gemelos digitales sin moverse de sus casas”, aseguró.
Y cerró: “Si un agente no aporta valor real, simplemente deja de ser necesario. El que se adapte y entienda que el negocio cambió, va a dominar el mercado. El que se aferre a viejas estructuras, se va a quedar sin clientes”.